lunes, 7 de junio de 2010

Despongandome


Estuve deambulando por las calles de la soledad y de la autosuficiencia, bueno, más bien tratando de probar mi autosuficiencia en medio de mi soledad.
Llego un día que me encontré en un feriado largo debajo del sol, en una casa de playa, con atardecer desafiantes, el viento que me empujaba y no podía bajarle el volumen al sonido del mar que me desconcentraba de mis recuerdos mezclados con fantasía que distraían mi aburrida estadía de paz.
Pensaba, mas que en nadie, en Luciana, en lo feliz que seria si me estuviera acompañando, la casa, muy bonita y grande, con tanto espacio y solo estaba solo yo, la imaginaba, en la cocina, en la terraza, me la imaginaba como su sonrisa hubiera podido brillar mas que el sol y fantaseaba con mirar amor a través de sus ojos, hacia mi, y fantaseaba que aun me quería, algo estaba pasando y yo no entendía, mi nostalgia era extraña, no dolía, era cómoda, pero no la entendía.

La tercera noche (de 5), pase el atardecer hasta el anochecer en la terraza, echada en la perezosa, tapadita y abrigadita con un cigarro que me quemaba la garganta y con una fría lata de cerveza en la mano pensaba en Luciana, pero observaba como las olas del mar me invitaban a liberarme, me decían: - vamos, suéltalo, yo me lo llevo…
Y lo solté. Solté cada recuerdo de Luciana, me había aburrido de pensar en ella, me había concentrado tanto en recordar lo feliz que había sido que no me había dado cuenta que el sentimiento ya se había ido, por eso ya no dolía. Lo solté, solté un par de lágrimas también para descartar algún vestigio de ella que pudiera quedar. El viento soplaba fuerte como queriendo barrer mi alma y corazón de ella, el viento aspiraba mi corazón y el mar se lo llevaba lejos.

Al día siguiente desperté, meditabunda como siempre, buscando, por la piscina, buscando por la cocina, en la terraza, y no encontré mi dolor por ningún lado, me sentí ligera, como si pudiera caminar otra vez, como un ciego que vuelve a ver la luz.
Luciana sigue en mi entorno, pero ni siquiera puedo recordar que ropa vistió en ese día, ni que sonrisa coqueta me intento regalar. Mi vida esta tranquila, hay tanta paz dentro de mi y la mayor parte del tiempo estoy eufóricamente feliz y Luciana se convirtió dentro de todo en un bonito recuerdo que ya no recuerdo más.

El día quinto me fui y el único peso que llevaba era la de mi mochila en la espalda y lo único que ardía en mí, era mi espalda y los hombros, por el sol. Deje la hermosa casa de playa y volteé a despedirme con una sonrisa cómplice hacia el mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario